Nacido en la población de Betijoque, capital del Distrito de este nombre, del estado Trujillo, el día 25 de abril de 1877. Rafael Rangel alcanzó elevada cima en la ciencia y la investigación venezolanas por haberse consagrado como sabio y relevante filántropo. Fueron sus padres don Eusebio Rangel Moreno y doña Teresa Estrada. En dicha fecha, sin saberlo, el estado Trujillo aportaba una figura que daría los más extraordinarios brillos a la ciencia nacional, la cultura venezolana y una legítima gloria a su comunidad. Por cosas del destino muere su madre siendo él un bebé y es criado por su madrastra María Trinidad Jiménez de Rangel.
Rafael Rangel, recibió su educación primaria en Betijoque, en el plantel dirigido por el venerable educador trujillano Enrique Flores. Después pasó a cursar en el Seminario Diocesano de Mérida y posteriormente en el Instituto "Maracaibo", del insigne pedagogo zuliano Raúl Cuenca. Culminó, sus estudios secundarios en la antigua Universidad del Zulia, donde se graduó de Bachiller en Ciencias Filosóficas.
Luego se inscribió en la Facultad de Medicina de la Universidad, para cursar estudios superiores, en un recio afán de superación. No prosiguió su carrera. Se dedicó por entero, junto a otros investigadores, a los estudios de Biología, sendero bien seleccionado para su vocación. Al parecer, el destino le tenía reservada su celebridad en esta área de los conocimientos y experiencias para provecho de sus compatriotas.
Actuación Científica
No fue fácil la tarea del científico en Venezuela, pero si constante y prestigiosa aun en lucha contra dificultades e indiferencia. Rafael Rangel fue de quienes escogieron este camino para diseñar obra seria, permanente y patriótica. Al retirarse voluntariamente de la Universidad se orientó por la senda que su humildad, sencillez, vocación y filantropía le indicaron: el laboratorio, donde labró su dignidad científica. Fue designado preparador en el laboratorio caraqueño del Hospital "Vargas", bajo la protección del eminente otólogo Doctor Emilio Conde Flores, quien lo puso al frente de dicho laboratorio.
Después prestó sus servicios en el Instituto "Pasteur" (1900), fundado y dirigido, por el eminente sucrense Doctor Santos A. Domínici, donde encontró los más favorables ambientes que le estimularon en la senda de la investigación. Luego el mismo Domínici lo elevó en firme a la jefatura del laboratorio del ya aludido hospital caraqueño, donde realizó extraordinaria labor. En su época dicho laboratorio fue de lo más completo y uno de los mejores con que ha contado Venezuela hasta la instalación de los pertenecientes al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. En el célebre "Vargas" desarrolló Rangel todo su talento creador y su espíritu de constante y fecundo investigador. Expuso allí sus grandes y recordados descubrimientos científicos, en el entonces virgen campo de la parasitología humana. Se convirtió en gloria auténtica de Venezuela, consagrándose ante la posteridad.
Así, en el alborear del siglo XX -cuando ya Venezuela casi entraba en la fase de superación de las guerras civiles, pero aún atada a las dictaduras- Rafael Rangel ayudaba a su pueblo en el afrontamiento eficiente de los numerosos males derivados de los temibles parásitos que lo aquejaban y conducían a la muerte. Patriótica labor y científico empeño el del extraordinario trujillano -venezolano integral- que encontró eco, apoyo y solidaridad de parte de las grandes figuras científicas nacionales de entonces, entre ellas: Pablo Acosta Ortiz, Luis Razetti, Santos A. Domínici, Emilio Conde Flores, José Gregorio Hernández, entre otras de prestancia y valor.
Rafael Rangel aceptó el reto de su hora y se ufanó por realizar obra perdurable y venezolanista, venciendo la escasez y los escollos interpuestos a su paso. En efecto, en diciembre de 1903 presentó ante el Colegio de Médicos caraqueño su importante trabajo titulado "Etiología de ciertas anemias graves en Venezuela", en el cual señaló con propiedad al Necator Americanus como el causante verdadero de las anemias y otros males experimentados por nuestra sufrida gente campesina. Tiene el mérito de ser éste el primer descubrimiento de Rangel, así como el primer paso dado en el país en materia de investigación científica, en su especialidad, con cuyas realizaciones hacía historia nueva y fecunda en la Medicina nacional, a la vez que abría la senda a seguir por otros apasionados como él.
En 1904, Rangel expuso otra positiva demostración de sus serios afanes: hizo la clasificación definitiva del Anquilostomo como Uncinaria Americana. El mismo año los Ministerios de Instrucción Pública (actual Educación) y de Obras Públicas, solicitaron entusiastamente del Congreso Nacional la asignación de una beca para el sabio, destinada a su perfeccionamiento y actualización en Europa, recomendación sin éxito alguno. A poco fue invitado para realizar un ciclo de conferencias sobre Parasitología Tropical en la Universidad de Nueva Orleans, Estados Unidos, honor que declinó, con la modestia que lo caracterizó. Hizo también importantes investigaciones sobre el Carbuncio o Grito del Chivo.
Rangel concretó en publicaciones muchas de sus investigaciones trascendentales, como los siguientes títulos: "Teorías sobre el sistema nervioso", "Nota preliminar sobre la peste boba y la derrengadera de los equídeos venezolanos", "El parásito del paludismo y la manera de combatirlo", "La bronquitis perniciosa de los equinos" y "Comentarios sobre la Fiebre Amarilla".
Rafael Rangel puso su tenaz voluntad, su devoción y su patriotismo en el estudio e investigación de la Parasitología con un ahínco y una constancia que lo enaltecen. En ello fue estimulado poderosamente por su ilustre profesor Doctor José Gregorio Hernández, quien había aprendido las técnicas de esta disciplina en Europa. A su vez, Rangel fue maestro y orientador de sus compañeros de investigación científica, pues bajo su dirección y guía se formaron promociones de científicos que llevaron al país un mensaje nuevo, el de una obra fecunda y nacionalista traducida en importantes logros en materia de salud pública venezolana.
A mediados de marzo de 1908, se exhibió notoria su filantropía cuando dirigió la campaña en contra de la Peste Bubónica, grave epidemia declarada en La Guaira. Puso en ella todo su entusiasmo, valentía y conocimientos pues expuso su vida para llenar su noble cometido y para gloria suya, sin cobrar sueldo alguno por tan peligrosa tarea: no sólo identificó el bacilo causante del mal sino que se ocupó personalmente, solícitamente, del aislamiento de pacientes, desinfección de útiles, mobiliario y habitaciones de los mismos. En consecuencia, el puerto continuó trabajando hasta que semanas más tarde el científico anuncia que si se trataba de la Peste Bubónica y que era necesario cerrar La Guaira. Cipriano Castro, presidente de la República para la época, lo pone a cargo de la campaña sanitaria. En menos de un mes, Rangel declaró terminada la epidemia.
Es de destacar, que siempre brillaron en Rangel, al lado de su gran desinterés, la amabilidad, la abnegación, la humildad y el ánimo por buscar la felicidad del pueblo venezolano, tan acosado entonces por numerosas enfermedades.
Brevedad de su existencia
La muerte prematura -contaba apenas treinta y dos años de edad- impidió la extensión de su trayectoria científica. El incidente de La Guaira desencadenó una serie de ataques en contra de Rafael Rangel. Se le acusó de no haber diagnosticado a tiempo la enfermedad y de haber malversado el dinero de la campaña antipestosa. Además, le negaron una beca para estudiar en Europa.
Todo esto lo sumió en una profunda depresión, que acabó el 20 de agosto de 1909, cuando vestido de bata blanca en su laboratorio del Hospital Vargas, se suicidó tomando cianuro. Se marchó para siempre cuando apenas comenzaba a dar sus mejores frutos profesionales a la Patria, que tuvo en él esforzado y caracterizado hijo.
Sus restos reposan en el Panteón Nacional desde el 20 de agosto de 1977.
Lic. Erasmo R. Benítez G.
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